martes, 21 de diciembre de 2010

TEMA 4. Modernismo y 98

Entendemos que en este tema tenemos que desarrollar el Modernismo como movimiento o corriente de fin de siglo y la relación del 98 en torno a él, ya que del 98 como tal hay que hablar en el próximo tema y de la novela del 98 en el siguiente.
El Modernismo surge en el último cuarto del siglo XIX (entre 1875 y 1882), primero en Hispanoamérica y después en España. Es un movimiento de renovación que se manifiesta en todos los aspectos de la vida (política, ciencia, etc.), pero principalmente en las artes (pintura, literatura, etc.).
Aunque según Juan Ramón Jiménez comienza en Alemania, es en Hispanoamérica donde cuenta con mayor número de seguidores, adquiere mayor importancia y desarrollo, iniciando este movimiento José Martí, Julián del Casal (cubanos), Manuel Gutiérrez Nájera (mejicano) y José Asunción Silva (colombiano); pero es el nicaragüense Rubén Darío el que lo consolida definitivamente en Azul, 1888.
Los últimos decenios del periodo decimonónico se venían caracterizando por un conformismo burgués en lo social y por el positivismo filosófico que entonces imperaba. Por otra parte, el Realismo y el Naturalismo, que ya habían dado sus mejores frutos, empezaban a caer en un cierto prosaísmo con el consiguiente anquilosamiento de los valores estrictamente formales y artísticos. Contra ellos, ya habían reaccionado en Francia el Parnasianismo y el Simbolismo. De igual manera, los escritores españoles e hispanoamericanos se rebelan contra el espíritu pragmático y utilitario de la época, sobreponiendo los valores artísticos a los sociales e ideológicos. Va creándose así un ambiente innovador que pretende revisar más que romper, todos los valores aceptados.
Por tanto, como dice Federico Onís, “el Modernismo es la forma hispánica de la crisis universal de las letras y del espíritu, que inicia hacia 1885 la disolución del siglo XIX, que se había de manifestar en el arte, la ciencia, la religión, la política y gradualmente en los demás aspectos de la vida entera, con todos los caracteres, por tanto, de un hondo cambio histórico…”
De ahí que el Modernismo sea ante todo, más que un fenómeno propiamente literario, una manifestación del espíritu que implica una determinada actitud vital. Y es en este punto en el que debemos comenzar a hablar del 98, indicando que las fronteras entre ambos movimientos eran tan borrosas que se ha hecho difícil separar lo “modernista” de lo “noventayochista”. La crítica se ha dividido en dos bandos: los que contraponen rotundamente ambos movimientos y los que apenas entrevén diferencias entre ellos. Entre los primeros citar a Pedro Salinas o Guillermo Díaz Plaja, entre los segundos a Rafael Ferreras, Ricardo Gullón, Juan Ramón Jiménez y Federico Onís.
Pedro Salinas, por ejemplo, en “El problema del Modernismo en España o un conflicto entre dos espíritus” establece una serie de diferencias:
1- Los precursores del Modernismo son poetas; los del 98, ideólogos.
2- Los primeros buscan la belleza como último fin, los segundos, la verdad.
3- Aquellos con cosmopolitas, estos son concentrativos, miran exclusivamente a España.
4- El Modernismo es sintético, ya que toma todos los movimientos literarios del XIX; el 98 es analítico, disecciona la realidad española;
5- La literatura modernista es una literatura de los sentidos; la del 98 es una literatura de ideas.
Ferreras en “Los límites del Modernismo y de Generación del 98” opina de muy distinta manera. Encuentra entre ambos movimientos una gran afinidad. Señala la falsedad de la disyuntiva Castilla-París atribuido a los noventayochistas y modernistas respectivamente; por otra parte hace hincapié en la influencia que ejercen los escritores franceses, especialmente los simbolistas, en los del 98; por último, declara cómo estos confiesan la influencia y liderazgo de Rubén Darío.
Por último, José Carlos Mainer en “Modernismo y 98” aboga por un tratamiento unitario para estos movimientos, puesto que ambos se producen bajo la crisis de fin de siglo, que afectó por otra parte a toda Europa y pone en duda los argumentos que Salinas exponía para hablar de una generación del 98.
Todos estos escritores entran pronto en contacto con los hispanoamericanos, principalmente con Rubén Darío. Se produce así una influencia del movimiento “modernista” hispanoamericano que se manifiesta fundamentalmente en el lenguaje, que aun calando de distinta manera, alcanza a todos. En algunos como Antonio Machado o Valle Inclán, con mayor intensidad.
Verdaderamente es difícil trazar una divisoria entre ambos movimientos. Hay muchos puntos en común; se da el caso extremo de un escritor que entra en ambos (Valle Inclán). Sea como fuere creemos que los escritores de la llamada Generación del 98, aunque integrándolos dentro del Modernismo, tienen en gran parte de su producción unas características muy concretas que los diferencian más que los separan de Rubén Darío y de otros seguidores que coinciden plenamente con las directrices modernistas.
La característica fundamental que define el Modernismo es la preocupación por los valores formales. El artista modernista se esmera al buscar nuevos caminos de expresión que conduzcan al logro de la belleza. Por esta razón, se da una especial importancia al valor de la palabra, tanto en su significante como en el significado. Se ahonda en la capacidad sugeridora de la palabra, en sus valores melódicos y rítmicos, en su exotismo. El léxico modernista se puebla de arcaísmos, cultismos, neologismos, extranjerismos. Pero aún hay más, el escritor en su afán de expresar su nueva sensibilidad, asocia frecuentemente palabras que se refieren a sensaciones distintas, creando así todo un mundo de sinestesias. Se produce, por tanto, un gran refinamiento verbal.
De igual manera, los poetas modernistas procuran las mayores innovaciones métricas. Experimentan nuevos ritmos, metros con gran libertad acentual. Ensayan combinaciones de versos hasta entonces poco usuales, creando nuevas estrofas.
El refinamiento y la exquisitez también se dan en temas, motivos, ambientes y personajes. Dotados de una vasta cultura y erudición nos describen cuadros, esculturas o templos famosos. Cantan a los héroes clásicos o a las grandes figuras literarias del Renacimiento. Nos hablan de palacios de mármol donde habitan regios personajes rodeados del mejor lujo (oro, piedras preciosas, sedas, etc.); nos describen bellas y frondosos jardines en los que vemos aparecer cisnes, pavos reales, sátiros, centauros, etc. Hay, por tanto, un religioso culto a la elegancia.
Esta inclinación hacia lo aristocrático no es sino un índice más del escapismo de la literatura modernista, que enlaza con el punto por lo exótico. El escritor descontento tanto del mundo que le ha tocado vivir, mundo falto de belleza, de heroísmo, huye hacia otras épocas, lugares. No habla de la Grecia y Roma Clásicas o del Versalles dieciochesco; aún más, traslada su fantasía a los países del lejano Oriente (Japón, China, etc.).
Otras características importantes de la literatura modernista son la frivolidad existente en muchos de sus escritos y una cierta complacencia en los aspectos sensuales y eróticos de la vida.
Por último, cabe resaltar el espíritu cosmopolita de todos sus componentes. Una de las razones fundamentales de sentirse ciudadanos del universo es la ya apuntada insatisfacción con el mundo en que viven. Otra es la necesidad que tiene América de abrir sus fronteras hacia otros lugares, principalmente hacia Europa, Francia especialmente - no olvidemos que va a ser la primera vez que las letras hispanoamericanas van a influir en nuestra literatura-. De cualquier modo, este cierto desarraigo producirá paradójicamente un efecto contrario; al estudiar lo producido en el exterior, se valorará lo propio; y así a través de ese conocimiento los escritores hispanoamericanos hallarán su originalidad y voz propia, que irá afianzándose hasta desembocar en el famoso boom de los años 60. No obstante todo lo dicho hasta ahora, hay que señalar que a este modernismo, exuberante en la forma y aparentemente hueco, vacío de contenido, sucederá otro más profundo, de carácter propiamente metafísico, en el que se plantean los problemas fundamentales de la existencia humana. El movimiento con el devenir de los años irá abandonando su afrancesamiento para hacerse cada vez más hispanista o americano en cada caso.
Para concluir, citar a los autores fundamentales a uno y otro lado (R. Darío y M. Machado) e indicar que para saber algo más sobre ellos habría que ir al libro de texto. Con esto damos por finalizado este tema. En el próximo nos centraremos en la Generación del 98.

Tema realizado por Carlos Alcaide

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